Cuando los cubanos nombran a La Habana en comparación con el resto de provincias, siempre admiten que “La Habana es La Habana y en eso no hay discusión.” La Habana es bulliciosa, alegre y parrandera. Y es así por motivos historicos.
La Habana se encuentra a tan solo 100 millas de la corriente del golfo, ello provocó que todos los navíos que salían de España con destino Cartagena o a otras colonias atracaran en La Habana antes de dirigirse a sus destinos.
Debido al ataque de corsarios y piratas de la época, Felipe II estableció en La Habana un sistema de flotas mercantes acompañados con navíos de guerra para proteger los barcos que viajaban desde América, se decía que La Habana era la llave del nuevo mundo. Esa afluencia de viajeros provocó la necesidad de albergar y entretener a los numerosos visitantes, generando un impacto en la vida de la ciudad.
Aquel espíritu de modernidad hospitalaria forjó al habanero abierto y gozoso, manteniendo a la ciudad culturalmente abierta a actividades de ocio.
Las noticias e ideas de Europa llegaban antes a La Habana que al resto de América. La Habana desarrolló una cultura portuaria peculiar, receptiva a nuevos descubrimientos y costumbre extrajeras. La Habana alcanzó un grado cultural, de prosperidad y riqueza sin igual hasta el momento.
En la época colonial Cuba contaba con un ferrocarril mucho antes que España, llego a ser denominada el Paris tropical porque durante años tuvo más vida y lujo que Nueva York. Fue en el Gran Teatro de La Habana donde por primera vez se mostró y se utilizó un teléfono. Las películas de cine se proyectaron en La Habana al poco tiempo de su invención. Y fue uno de los primeros lugares donde se emitió la señal de TV en color.
Es difícil encontrar hoy aquel esplendor, el bloqueo económico ha marchitado todo aquel glamour, siendo necesaria la complicidad del visitante para que La Habana nos desvele su magia, sus desafíos y sus esperanzas.
La ciudad sucumbe y renace, por momentos se muestra inalterable y anclada en el pasado, con ruinosos edificios pero al mismo tiempo las transformaciones se suceden vertiginosamente, renaciendo en su 500 aniversario con la inauguración de lujosos hoteles y la rehabilitación de fachadas y avenidas.
Surgen nuevos negocios de hospedaje y restauración fruto de la originalidad creatividad de emprendedores y cuentapropistas. La Habana no deja de sorprender a todos, tampoco a los turistas que la visitamos con frecuencias.
Es cierto que sus calles son seguras, la tranquilidad del turista ha sido la máxima preocupación del gobierno, pero en el paraíso tropical también hay pecadores, tunantes y jineteros que despliegan su encanto para obtener con engaños picarescos unos dólares. Todo ello es fruto de aquella cultura portuaria de la que hablábamos y que diferencia a La Habana del resto de provincias.