Trinidad

Trinidad atesora uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos y mejor conservados de la colonización española en América.

Sus zigzagueantes calles empedradas tienen las fachadas coloreadas de tonos pastel, son casas de tejas rojas con altas ventanas enrejadas a pie de calle que muestran sus interiores señoriales a los andariegos turistas.

Trinidad, enclavada entre la sierra Escambray y el azul turquesa de sus playas de arena blanca, nos ofrece ambos entornos, tanto excursiones en su sierra de apacibles paisajes saturados de palmeras con cascadas y piscinas naturales, como también podremos navegar y visitar islas deshabitadas fruto de la barrera coralina que salpica el espumoso horizonte. Pero no olvidemos el plato fuerte de Trinidad, su historia.

Podríamos hablar de sus playas, mencionando que fue la tercera ciudad que fundó la Corona Española y que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad y esta sería una buena descripción para simples turistas.

Pero los auténticos viajeros preferimos hacer hincapié en el relevante pasado económico que tuvo Trinidad fruto de la prosperidad de su Valle de San Luis, que llegó a enriquecer a las opulentas familias propietarias de sus ingenios, la riqueza del azúcar origino su esplendida arquitectura. Tenemos que enfatizar en este pasado para comprender la esencia de la ciudad y abrazar su cultura.

En 1791 la revuelta de esclavos de Haití acabó con la producción azucarera  en la colonia francesa, situando a Cuba en el principal productor mundial de azúcar, además el precio del azúcar creció desorbitadamente enriqueciendo a Trinidad junto a Cienfuegos y Camagüey. La opulencia perduro hasta que el precio del azúcar se hundió en 1857.

Hoy muchos de aquellos palacios de la sacarocracia  trinitaria son museos, con su visita podremos revivir la historia de Trinidad. Para ayudar a descubrir la auténtica Trinidad ofreceremos las particularidades de las vidas de aquellas familias que vivieron en mansiones.

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